¿Cómo afecta la radiación ultravioleta (UV) a nuestra piel?
La radiación ultravioleta está formada por 3 fracciones (UVA, UVB y UVC) aunque una de ellas (UVC) es retenida por la capa de ozono y no llega a impactar nuestra piel. Por tanto, sólo dos son capaces de impactar nuestra piel:
+ la UVA: tras impactar sobre la superficie de nuestra piel (epidermis) es capaz de atravesarla y acceder a las capas más profundas (dermis). Es la principal responsable de las ‘arrugas’ de piel y su intensidad es la misma los 365 del año, arrugando por tanto por igual en invierno que en verano.
+ la UVB: sólo es capaz de impactar sobre la epidermis, y no tienen energía suficiente para penetrar a capas más profundas. Su intensidad es máxima en los meses de verano y decrece en los meses de otoño y más aun en invierno. Esta radiación es la responsable de las quemaduras solares propias de los meses de verano.
Ambas radiaciones contribuyen al cáncer de piel.
Los rayos UVB son los que “nos queman” en verano, pero los rayos UVA son los que “nos arrugan”.
Por ello, si bien la radiación ultravioleta es más potente en verano, los efectos nocivos de la radiación solar se producen durante todo el año. Por ello, además de reducir el tiempo de exposición al sol, es necesario usar fotoprotectores durante todo el año, utilizando los fotoprotectores adecuados teniendo en cuenta cada tipo de piel, la época del año y latitud en la que nos encontremos. Hay que tener en cuenta que estos fotoprotectores nos protegen del sol siempre que los apliquemos en la cantidad adecuada y los renovemos regularmente (cada dos horas, después del baño…).
Cabe añadir que, además de cuidar nuestra piel desde fuera, actualmente es posible acceder a zonas profundas de la piel, donde las cremas no llegan, a través de formulaciones como NuaDerma®.